JEHOVÁ MI REDENTOR

La Iglesia del Cambio


03/21/2023

Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, 
oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.
Isaías 43:1

Que privilegio tan especial tienen las personas que depositan su vida en las manos de Dios y se aseguran de ser guiados por Él. Cuando viene la adversidad, llega la prueba y las circunstancias se tornan difíciles, entonces tienen la libertad para gritar victoria.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Romanos  8:37).
Es la herencia, de aquel que ha aceptado a Jesucristo como su Señor y Salvador personal. 
A partir de ese momento comienza a pertenecer a la familia real, se convierte en hijo de Dios. Guárdame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas, (Salmo 17:8).
Ser hijo de Dios es ser heredero de toda bendición espiritual en los lugares celestiales, objeto del entrañable amor y tierno cuidado de Papá Dios.
Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. (Isaías 43:3).
Para nosotros sus hijos, la adversidad se convierte entonces en la más grande oportunidad de ver su gloria y poder manifestándose a nuestro favor; su fortaleza supliendo nuestra necesidad,  y capacitándonos para que lo imposible se vuelva realidad.
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. (Isaías 43:2)
Uno de los aspectos más conmovedores de nuestro amado Dios es el cariño especial que tiene por el débil, el necesitado, el que está solo, el que se encuentra en alguna adversidad; su cuidado se manifiesta en todas sus áreas, convirtiéndolas  en fortaleza y bendición.
No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. (Isaías 43:5).
Todo esto es posible para aquel que nos amó hasta la muerte, tanto como para llevar en su propio cuerpo nuestro dolor, nuestra enfermedad para que de tal manera disfrutemos de toda libertad, salud y victoria.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores;  y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. (Isaías 53:4).

Gracias mi Jesús por vencer las adversidades que se me presentan, he visto tu luz en la dificultad, Tu victoria en la cruz es mi bandera, enséñame  a confiar  más en ti. En tu nombre glorioso. Amén. 

Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo,
 y no me acordaré de tus pecados.
Isaías 43:25.